
Yo distingo. Tú observas. 
    Él discrepa. Nosotras divergimos. Vosotras, marcadamente desiguales, 
    despreciando reyes y amantes, acunáis en un sueño babeles y 
    oleajes.
    ¡Vivan las diferencias! 
En la conjugación de la variedad aporta el tiempo sentido común y una medida mágica de realidad innegable que todo lo hace posible. Aquello que yo percibo, tú percibes (o no) y si giramos esta rueda cada vez con más fuerza, todos los colores se convierten en uno que sólo es luz y todo lo ilumina. Al final estalla la rueda, o sale disparada hacia un silencio sideral, derramando asombro en su presunta huida, y mientras se derrumban, carcomidos y llorosos, árboles centenarios en el empapado corazón de la floresta, medita un joven ratoncillo sentado en su piedra. Y esto ocurre en éste y en aquel y en el otro planeta y en todos los milenios cercanos y lejanos donde los ratones son druidas y las ramas estrellas.
Amor amor ¿Lo oyes? Resuenan 
    los glaciares y en el río
    los peces heracliteos al agua juegan y al ser
    y al hoy y al aquí me tumbo al aire donde la hierba cambia 
    en un temblor de alondras y mariposas
    Cuando giren las sombras convertirás tus besos en senderos
    Se encontrarán mis pasos para siempre
    Como siempre se perderán mis pasos.
José 
    Morales 
    Texto para 
    el libro: Hallar las siete diferencias. Caja San Fernando. Sevilla, 
    2004.